La difteria es una infección aguda faríngea o cutánea causada principalmente por cepas toxigénicas del bacilo gran positivo Corynebacterium diphtheriae, y raramente por otras especies de Corynebacterium, menos comunes. Los síntomas pueden ser infecciones no específicas de la piel o faringitis seudomembranosa, seguidas por daños en el tejido miocárdico o nervioso, secundarios a la exotoxina. Existe también un estado de portador asintomático.
El microorganismo se disemina por:
- Gotas respiratorias.
- Contacto con secreciones nasofaríngeas (incluso de portadores asintomáticos).
- Contacto con lesiones infectadas de la piel.
- Fómites (raramente).
El estado de portador es común en las regiones endémicas, pero no en los países desarrollados. La inmunidad derivada de la vacunación o de la infección activa podría no impedir que los pacientes se conviertan en portadores; sin embargo, la mayoría de los pacientes que recibe un tratamiento adecuado no se transforma en portadores. Los pacientes con la enfermedad activa o los portadores asintomáticos pueden transmitir la infección.
La higiene inadecuada tanto a nivel personal como comunitario contribuye a la diseminación de la difteria cutánea.
Los síntomas de la difteria varían de acuerdo con:
- Cuando la infección es.
- Si la cepa produce la toxina.
La mayoría de las infecciones respiratorias están causadas por cepas toxigénicas. Las infecciones cutáneas están ocasionadas por cepas toxigénicas y no toxigénicas. La toxina se absorbe poco en la piel; por ello, las complicaciones de la difteria cutánea son raras.
La prevención consiste en:
- Control de las infecciones (aislamiento de gotitas respiratorias hasta que 2 cultivos separados al menos por 24 horas sean negativos).
- Vacunación (primaria y posexposición).
- Antibióticos.
Fuente: Dr. Adrián Guillen/Consultor y auditor médico para empresas de seguros/ Especialidad Medicina General.